EDUARDO ANGUITA PASADO PRESENTE

La lentitud indecorosa de la carga de datos

Por Eduardo Anguita

Todo salió más o menos como se veía venir. La Alianza Cambiemos es la coalición política que tuvo más caudal electoral el pasado domingo. Entre sus éxitos se cuenta haber hecho una elección muy buena en Córdoba, dejando en boxes al gobernador Juan Schiaretti, un aliado inestable de Mauricio Macri quien tenía la idea de liderar la liga de gobernadores peronistas y dejarle una puerta abierta a Sergio Massa. Algo similar sucedió con el entrerriano Gustavo Bordet, alguien que llegó a la gobernación de la mano de Sergio Urribarri, y sin embargo con el correr de los meses se distanció del kirchnerismo, mantuvo una relación estrecha con el ministro del Interior Rogelio Frigerio y dialogaba con la amplia gama de gobernadores peronistas en busca de un espacio común. Cambiemos logró un caudal mayor que los hermanos Rodríguez Saá en San Luis, de la mano de Claudio Poggi, un hombre surgido de las filas del justicialismo puntano, quien vio una oportunidad en acercarse a Mauricio Macri. En La Pampa, el histórico 3 de Boca, Carlos Mac Allister, quedó con buenas chances de cara a octubre en un distrito donde el peronista Carlos Verna parecía tener todo bajo control. Neuquén, el bastión del Movimiento Popular Neuquino, registró un dato inédito: dos listas de Cambiemos, sumadas, obtuvieron más votos que la del oficialismo que gobierna la provincia desde tiempos inmemoriales. Mendoza, Corrientes, Jujuy, también tres distritos con éxito de Cambiemos. En Ciudad de Buenos Aires, el triunfo aplastante de Elisa Carrió, en un distrito que nunca tuvo una fuerza del mismo signo político una década seguida como tiene el macrismo y ahora sus aliados.

No es de extrañar que la cotización del dólar, la prensa internacional, la Bolsa porteña, las acciones de empresas argentinas en Nueva York y las calificadoras de riesgo hayan visto estas PASO como un plebiscito a la gestión de Macri más allá de que las elecciones serán el 22 de octubre.

Sin embargo, los ojos de todos los observadores estaban puestos en la provincia de Buenos Aires, porque concentra el 40% del padrón y porque allí aparecía Cristina Kirchner como la contracara política del gobierno. Y los datos brindados las primeras horas, a partir de las nueve de la noche del domingo 13, parecían no dejar espacio para las dudas: Esteban Bullrich estiraba distancias brutales, hasta de siete puntos, por encima de Cristina hasta que la distancia resultó mínima a favor de Bullrich, unos 6.000 votos más que Cristina. Así se conoció en las redes sociales, así se publicaba en casi todos los medios, con la brevísima aclaración de que esas cifras correspondían al 95% por ciento del padrón. Luego se estiró hasta el 97%

Los adjetivos calificativos de indignación pueden hacer perder de vista la gravedad institucional que encierra el hecho de que el ministerio del Interior haya evitado que se cargaran las mesas restantes, unos cientos de miles de votos. Adrián Pérez, el secretario de Estado encargado de la reforma política, la transparencia y los buenos modales, seguidor de Elisa Carrió desde hace muchos años, denunciador de la corrupción con supuesta autoridad moral, fue quien dijo que era lo de siempre, que hasta el recuento definitivo, unos 10 días después, siempre quedaban datos sin procesarse.

Basta escuchar la entrevista que le hizo Jorge Chamorro a Federico Lemus, periodista quien se gana unos pesos extras como data enter en las elecciones para darse cuenta lo desprolijo que fue la carga de datos. Lemus no duda en hablar de instrucciones para, directamente, no cargar datos. Y que llegado el momento de la madrugada del lunes les dijeron a los trabajadores que dejaran las tareas y se fueran a las casas. Todo se hizo mal, ahora será el juez Sebastián Casanello quien deberá escuchar a quienes, como Lemus, pueden dar testimonio de por qué, todavía, pasados los días, se sigue hablando de empate técnico en la provincia de Buenos Aires, cuando hay indicios contundentes de manipulación intencional. Casanello tendrá que indagar por qué el conteo provisorio quedó en manos del Poder Ejecutivo cuando la Cámara Nacional Electoral, presidida por Alberto Dalla Vía, podía ser imparcial, insospechable, en un proceso donde se juegan tantos intereses. Deberá saberse el rol de Juan Manuel Culotta, juez federal con competencia electoral en el distrito bonaerense. Y así, una larga lista de ítems que permitirán saber si esto fue algo intrascendente, como dice Adrián Pérez, o hubo una manipulación expresa para que la sociedad se olvidara de lo que todos los periodistas y observadores llaman “la madre de las batallas”, en referencia a las elecciones en ese distrito, que concentra el 40% del padrón nacional.

En los próximos días, se hará el recuento definitivo y se sabrá, sin perjuicio de la posible manipulación, si los datos que faltan le otorgan el triunfo a Cristina o a Bullrich. Se trata de mesas de Berazategui, Florencio Varela, La Matanza, oh casualidad, los lugares donde Unidad Ciudadana sacó amplias ventajas sobre Cambiemos.

En el curso de las horas donde muchos creían que efectivamente Cambiemos daba el batacazo en el distrito bonaerense, se escribieron muchos artículos y tuits propios de las emociones del momento. No faltaron notas que daban por muerto al kirchnerismo. Se olvidan que, además de la elección donde todo indica que ganó Cristina, varios distritos tuvieron una performance buena de los aliados de Cristina. Agustín Rossi en Santa Fe dio una sorpresa. Daniel Filmus y otros espacios kirchneristas pasaron el 20% en la Capital. En Río Negro, la lista de María Emilia Soria hizo una gran elección.

El peronismo, una vez más, muestra fracturas, peleas tan vibrantes como insustanciales, falta de compromiso con los vaivenes ideológicos y, sobre todo, con el desmanejo de los presupuestos públicos. El kirchnerismo no fue superado en estos 20 meses por otras propuestas surgidas desde el seno del peronismo. Ni siquiera conviven en un mismo partido o frente. El gran dilema argentino es que Cambiemos avanzó en términos electorales pese a los ajustes, tarifazos, a la desaparición de Santiago Maldonado, al endeudamiento feroz del sector público, a la inflación y la subida del dólar.

Para octubre falta poco. No es preciso hacer la elegía de los tibios pero la polarización, tal como está planteada, hace que los gobernadores y no pocos intendentes, sepan que el 34% de los votos –lo que tiene Cambiemos- no es tanto pero ese tercio del electorado vale mucho cuando va acompañado del presupuesto público direccionado por los intereses políticos.

Los problemas serios de la Argentina son los mismos después de las PASO y lo serán también después de las legislativas de octubre. Cambiemos tendrá, a grosso modo, un centenar de diputados, el kirchnerismo unos 70, y la otra mitad de la Cámara estará repartida en una veintena de expresiones políticas que podrán variar sus votos en función de contextos, favores o estrategias de acumulación. Nadie cifra expectativas en una Argentina donde el Parlamento sea el motor de la política.

En este contexto, subestimar a Macri es un grave error. Menor por supuesto a creer que el gobierno de los CEOs tiene interés en reconstruir la Nación. Van a seguir con el plan de darle ventajas al capital volátil, a restar derechos laborales, a no darle un papel relevante a las pymes y así sucesivamente hasta que la crisis del sector externo desborde o que las protestas sociales hagan inviable la idea de que Argentina puede ser un paraíso para el inversor externo. Por último, cabe recordar lo que repiten estos inversores, acostumbrados a recorrer países poco previsibles. Dicen, si los propios empresarios argentinos no invierten en su país, por qué lo debemos hacer nosotros.