Clasicismo vienés Radio Nacional Clásica

Capítulo 4: Los cambios en la ópera

Durante el reinado de Maria Teresa I de Austria (reinado que se extendió desde 1740 hasta su muerte, en 1780), la actividad teatral y operística fue promovida a través de la construcción de varios teatros, entre los cuales se destacó el Burgtheater. En 1749, el conde Giacomo Durazzo fue nombrado embajador genovés en Viena, y gracias a su estrecha relación con la archiduquesa, en 1754 fue nombrado director de las producciones teatrales para la ciudad. Durazzo estaba decidido a acabar con el dominio de la ópera seria, cuyo libretista principal era Pietro Metastasio, y a reforzar los lazos entre Austria y Francia para oponerse a la expansión prusiana. De todos modos, la vida operística de la ciudad dependía en buena medida de la visita de compañías italianas, o de compositores alemanes que escribían siguiendo las convenciones de la música italiana. Uno de los compositores que se ganó la simpatía de Durazzo fue Tommaso Traetta, cuya ópera Armida fue estrenada en 1761, en la celebración de cumpleaños de la Princesa Isabella. Compartimos aquí el aria Di quest’ aura, interpretada por la mezzosoprano Anna Bonitatibus y el ensamble Cosarara, con la dirección de Giuseppe Camerlingo.

 

Otro de los compositores que se ganó la simpatía de Giacomo Durazzo fue Christoph Willibald Gluck. De hecho, en 1760 fue nombrado Compositor de la Corte. Por aquellos años, la música se había convertido en una serie de destrezas y piruetas vocales que, en la mayoría de los casos, no se correspondía con lo que ocurría en el escenario. Fue por eso que Gluck se propuso impulsar un cambio en la transición entre el Barroco y el Clasicismo. Aunque no aplicó por completo todos los cambios que se proponía en ese entonces, Orfeo y Euridice fue la primera ópera con la que comenzó la reforma. Entre los cambios que promulgaba podemos mencionar que la música debía servir al texto sin interrumpir la acción, incorporar la obertura a la trama, así como integrar al coro a la acción, tal como ocurría en las antiguas tragedias griegas. Los recitativos con acompañamiento y una ausencia general de virtuosismo vocal fueron otras características de sus innovaciones. Cabe mencionar, por último, que Orfeo y Euridice fue estrenada en Viena, en 1762, y que fue el evento musical más significativo del reinado de María Teresa. A continuación, la filmación del contratenor Philippe Jaroussky del aria Che farò senza Euridice.

 

Ya en 1767, Gluck estrenó en Viena su ópera Alceste, llevando a la práctica todos los cambios ideados. En la primera página de la partitura original, escribió: “Cuando acepté componer la música de Alceste, me propuse despojarla completamente de todos los abusos que, introducidos por la malentendida vanidad de los cantantes, o por la excesiva complacencia de los maestros, desfiguran desde hace tiempo la ópera italiana y vuelven ridículo y aburrido al más grandioso y más bello de todos los espectáculos creados. Pensé reducir la música a su verdadero oficio de servir a la poesía, por la expresión y la situación de la fábula, sin interrumpir la acción, ni entibiarla con inútiles adornos superfluos. Pensé que la Obertura debe preparar a los espectadores para la acción que va a representarse insinuando el argumento de la obra. Creí que mi mayor trabajo debía aplicarse a buscar una bella sencillez y evité hacer alarde de dificultades en perjuicio de la claridad”. Cerramos el cuarto capítulo dedicado al "Clasicismo vienés" compartiendo el aria Bannis la crainte et les alarmes, interpretada por el tenor Nicolai Gedda y la Orquesta del Teatro Nacional de la Ópera de París, con la dirección de George Prêtre.

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