Por Santiago Lucía futbol femenino

 Virginia Gomez. ¿Quién dijo que todo esta perdido?

Como pocas veces en la historia quedó claro cuál es el rol social de los clubes. En el transcurso de la cuarentena fueron desde hospitales de campaña hasta asilos para gente en situación de calle. La ayuda a los más vulnerables por parte de los clubes se extendió en instituciones de todo el país. No fueron los únicos. Muchos deportistas también estuvieron con quienes más lo necesitaron. Desde hacer compras para adultos mayores hasta convertir su domicilio en un comedor popular.

Como Virginia Gómez, jugadora de la Selección Argentina y Rosario Central. La Chichi está llevando a cabo una acción solidaria junto a su familia en el patio de su casa. En el Barrio Cabin 9 de Pérez, en las afueras de Rosario. Reparten a diario un plato de comida a las personas que lo necesitan y todo lo llevan a cabo con las condiciones sanitarias recomendadas, barbijos, guantes y elementos necesarios para cuidarse y cuidar a los otros.

Virginia nació en Rosario el 26 de febrero de 1991. Fue la sexta hija después de cinco varones. Con ellos comenzó a jugar en Barrio Belgrano, hasta que a los 13 llegó a un club de chicas en cancha de 7 y a los 15 recaló en Águilas de Fe.

Con ese club debutó en Liga Rosarina y fue convocada para las Selecciones Juveniles. Sin embargo, luego de un partido informal en Laboulaye se rompió meniscos y ligamentos de la rodilla izquierda. Nadie se hizo cargo y la economía familiar no pudo bancar la operación.

Dos años tardó en poder realizarse la intervención quirúrgica.  Cuando se recuperó volvió pero para jugar al futsal,  lo hizo en Rosario Central. Desde la Selección le aconsejaron que jugara fútbol 11… y les hizo caso.

En Central se convirtió en figura y referente. Ganó cuatro títulos, y sus buenos rendimientos llevaron a que efectivamente vuelva a ser citada para la Selección, aunque esta vez para la Mayor, donde representó al país en el Mundial de Francia 2019.

Hoy transita sus días en la preparación de viandas y comidas para 200 personas, promedio, que concurren a su casa para poder comer, en los barrios donde la crisis económica no espera. Mientras tanto, Virginia realiza entrenamientos en el patio compartido de su domicilio, y sueña con los goles y los abrazos que fútbol le volverán a traer.