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Salamancas y caminos presenta: “Beatriz Pichimalen, el canto planetario de los mapuches”

Todos los pueblos, todas las culturas, todas las almas, aprenden antes a cantar que a rezar, tal vez porque como decía San Agustín: cantar es rezar dos veces

Lo trascendente debe ser cantado, esta idea tiene la edad del corazón humano, porque el canto acompañó los avatares del hombre, desde los del paleolítico superior, que pintaban en los sectores de las cuevas, donde el eco podía devolverles sus cantos, hasta cualquier cultura del mundo, que urde canciones de cuna, para dormir a un niño.

De cantar una canción de cuna, a cantar para despedir al ser amado, cantar para decirle adiós a la esposa muerta, cantar para que el silencio eterno comience con un himno de amor

“El canto de los teros, un concierto de ranas, el molde con que mi padre cortaba el ladrillo que luego sería la pared, el silbo del viento, el himno que por única vez mi madre cantó arreglando la cama, son sonidos que yo podía oír y por si se me escaparan las melodías, inventaba mi propia partitura. Lo que no sabía es que hasta hoy, esos garabatos me acompañarían” dijo Beatriz.

Volver al origen, a la primera pregunta que el viento le hizo al planeta

Volver al origen, a la primera pregunta que el mar le hizo al planeta

Volver al origen, a la primera pregunta que el mapuche le hizo al río

Volver al origen, a la primera pregunta que el mapuche le hizo al planeta

Volver al origen, a la primera pregunta que la luna le hizo al planeta

Volver al origen, a la primera pregunta que el sol le hizo al planeta

“Más allá del cielo azul, desde el azul de adentro, desde el azul de todos los tiempos, desde el azul del oriente, cuando se alcanza lo bueno se suele cantar, porque es así como la tierra se viste en primavera, así es andar revestido con buen espíritu, para recibir los sonidos naturales como si fuera una buena noticia”

“Soñé que mi papá bajaba de una montaña, venía bajando al lado de un arroyo y tenía su ponchito puesto, poncho marrón. Vino hasta la casa, se quedó parado, me puse tan contenta. Me alegró tanto el corazón al ver a mi padre, le pregunté qué andaba haciendo, me sonrió dio la media vuelta y se fue por donde vino. De vuelta se fue a la montaña, ahí se perdió mientras yo lo miraba, hasta que entró a la montaña”

¿es el kultrún un tamborcito, o es el corazón de una cultura?
Para el pueblo mapuche, el pehuén es un árbol sagrado, el gran habitante de la precordillera de los andes patagónicos, se considera al pehuén, como un diálogo entre el que cosecha y el árbol, durante los meses de febrero y marzo.

LOCUCIÓN: S. M. TOVARICH
PRODUCCIÓN: F. ÁLVAREZ
EDICIÓN ARTÍSTICA: CELSO MIÑO
TEXTO Y GUIÓN: PEDRO PATZER
DIRECCIÓN ARTÍSTICA: MARCELO SIMÓN