POR FERNÁNDO CÁRDENAS EFE 937

Sal del camino

Dónde ir después de juntar 250.000 personas en la avenida 9 de julio, después de haber girado por el país en uno de los tours más importantes de la historia del rock argentino, después de batir el récord de presentaciones en el Teatro Gran Rex, después de la conquista de Latinoamérica, después de haber grabado uno de los discos más importantes de nuestra música contemporánea. Dynamo es la respuesta a todos esos interrogantes.

Publicado el 26 de octubre de 1992, el sexto disco de estudio de Soda Stereo llegó para subvertir todos los parámetros establecidos dos años antes por su predecesor. La tracción a sangre y el pulso muscular de Canción Animal le ceden paso a un sonido etéreo, más lánguido, en el que las guitarras parecen deshacerse entre capas de efectos. Soda ensaya una suerte de relectura en clave pop del shoegaze británico de bandas como My Bloody Valentine y Ride.

La contemporaneidad es la clave. Si Canción Animal es un álbum cuyas influencias musicales remiten al pasado, Dynamo es un trabajo que se asume contemporáneo, nutrido de los sonidos de un presente que se permitía, del otro lado del océano Atlántico, poner en un plano de convivencia armoniosa la potencia del rock con la energía celebratoria de las discotecas.

El trabajo con samplers (esas máquinas tan temidas por los puristas del rock de aquella época) le dio una nueva dirección al sonido de una banda que buscaba la forma más elegante de eludir la forma del éxito seguro. "Me cansé de exasperarme y gritar" decía Gustavo Cerati en una entrevista, en referencia a un álbum cuyas canciones casi no tenían estribillos.

Para ratificar esa intención de correrse del eje, Soda se alineó estéticamente con una serie de bandas nuevas que daban sus primeros pasos en la escena nacional. Así, el trío se convirtió en una suerte de padrino musical de artistas como Los Brujos, Babasónicos, Tía Newton, Martes Menta, invitando a algunas de ellas a abrir los shows de presentación de Dynamo en el estadio Obras Sanitarias en diciembre de 1992.

Por Fernando Cárdenas