capítulo 155 JUANA PIMIENTA

Lo sencillo y lo profundo, Atahualpa Yupanqui

La partícula cósmica que navega en mi sangre

es un mundo infinito de fuerzas siderales.

Vino a mí tras un largo camino de milenios

cuando, tal vez, fui arena para los pies del aire.

Luego fui la madera. Raíz desesperada.

Hundida en el silencio de un desierto sin agua.

Después fui caracol quién sabe dónde.

Y los mares me dieron su primera palabra.

Después la forma humana desplegó sobre el mundo

la universal bandera del músculo y la lágrima.

Y creció la blasfemia sobre la vieja tierra.

Y el azafrán, y el tilo, la copla y la plegaria.

Entonces vine a América para nacer en Hombre.

Y en mi junté la pampa, la selva y la montaña.

Si un abuelo llanero galopó hasta mi cuna,

otro me dijo historias en su flauta de caña.

Yo no estudio las cosas ni pretendo entenderlas.

Las reconozco, es cierto, pues antes viví en ellas.

Converso con las hojas en medio de los montes

y me dan sus mensajes las raíces secretas.

 

Y así voy por el mundo, sin edad ni destino.

Al amparo de un Cosmos que camina conmigo.

Amo la luz, y el río, y el silencio, y la estrella.

Y florezco en guitarras porque fui la madera.

 (Tiempo del hombre, Atahualpa Yupanqui)

 

Recordamos al gran pensador y cantor argentino, filósofo y poeta, guitarrista y viajero, Don Atahualpa Yupanqui.

Con algunas de sus canciones en su voz, otras versionadas por diferentes artistas, pequeñas fugas por asociación y testimonios en primera persona de don Ata, tomados de una entrevista que le realizara Joaquín Soler Serrano, disfrutamos de ‘aquel que vino de viejas tierras para decirnos algo’.