COLUMNA DE OPINIÓN

La vulnerabilidad a la movildependencia

Uno de los nuevos trastornos del siglo XXI (algunos ya hablan de enfermedad) tiene nombre: Nomofobia.

El descubrimiento tecnológico que más ha revolucionado la sociedad moderna es el celular: de simple herramienta de comunicación telefónica, por su gran capacidad operativa pasó a convertirse en algo así como un ordenador transportable.

Claro que, como el más inofensivo de los medicamentos, tiene Efectos no Deseados. Olvidarlo en casa o perderlo provoca nerviosismo por la desagradable sensación de no estar localizable. Más, aún: hasta el tiempo de prescindencia por recarga de la batería, afecta.

No extraña que sean los jóvenes los más vulnerables a la Nomofobia. Lo demuestran los primeros resultados de estudios realizados en el Reino Unido de la Gran Bretaña y España que hicieron punta en Europa. Otros (realizados por Estados Unidos, más preliminares aún), coinciden.

¿Qué dicen tales estudios? Una compañía británica (OnePoll) encuestó a mil personas y estimó que el 66% de la población ya padece Nomofobia. Hay masividad. En España, por su parte, el único dato revelado, por ahora, es que afecta a un 8% de los estudiantes universitarios.

Hay preocupación. Preocupación que se agiganta toda vez que se sabe que aquí, en Argentina, siete de cada diez niños de 5 años usa celular. Un 56% juega a los videojuegos, un 32% escucha música y un 10% ve videos o programas de televisión. ¡Ah! comienzan a manipularlos antes de los tres años, de acuerdo a una encuesta realizada en las principales ciudades del país por la consultora Markwald, La Madrid y Asociados.

La máquina de hacer seres dependientes de la tecnología no dejará de producir. Aunque (señora, señor) como la mayoría de los males, la Nomofobia tiene remedio. Deben estar atentos a síntomas como enojo, inquietud, ansiedad y miedo excesivo e irracional. Aunque tal vez puedan tomar medidas antes que aparezcan.

Por Roberto A. Bravo