COLUMNA DE OPINIÓN

La vida es amarreta para los milagros

Un par de muchachos, casi arrastrándose, muy desmejorados, con barba crecida y piel despellejada se acercan a la orilla de un río; con el último aliento gritan a un hombre lugareño que, desde la otra orilla, se esfuerza por escucharlos por el rumor de las aguas. Se trata de un puestero que les tira papeles envueltos en piedras y una lapicera para que escriban que quieren. 

 

El lugar está en línea recta a unos 20Km del Hotel Termas del Sosneado que todavía no había alcanzado el estatus de distrito de San Rafael, algo que obtendría en 2005. “¡Mirá vos lo cerca que estaban!” dirían sanrafaelinos y malargüinos al enterarse del Milagro de Los Andes; el de aquel avión que cayó en la cordillera andina cuando transportaba a una delegación de jugadores uruguayos de Rugby acompañados de familiares y amigos.

 

El próximo 22 de diciembre se cumplirán 45 años de aquel hecho en el que sobrevivieron 27 de 45 personas a las que ya no buscaban pues llevaban dos meses de desaparecidas y, tras 66 misiones sin resultados positivos, la Fuerza Aérea chilena había suspendido definitivamente la búsqueda.

 

Siete años atrás, en Copiapó, Chile, tras el derrumbe de una mina de cobre, 33 trabajadores quedaron atrapados. Tras 69 días de ingentes esfuerzos todos fueron rescatados con vida.

 

Son solo un par de milagros en casi medio siglo de vida contemporánea analizado los hechos accidentales que involucraron a muchas personas. Cotidianamente existen los llamados Milagros, aunque más bien son expresiones irónicas.

 

La infrecuencia de los Milagros Verdaderos quedó demostrada ayer: transcurridos 15 días desde la desaparición del submarino argentino ARA San Juan, oficialmente se informó que “Ya no se busca con vida a la tripulación”. Dicho de otro modo, los 44 marinos no pueden estar con vida transcurridas dos semanas, “el doble de tiempo estimado para una supervivencia en tales circunstancias”.

 

Definitivamente son pocos los milagros. La vida no es generosa en tal sentido.

 

Parafraseando a Los Caballeros de la Quema, quisimos (con todo fervor pero sin suerte) “punguearle a ésta vida amarreta un ramo de sueños…”