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La vía argentina que reescribe los sucesos del 3 de marzo del 76 en Vitoria

Agustín Plaza salió como pudo por una de las ventanas de la iglesia de San Francisco de Asís, en el barrio vitoriano de Zaramaga. Recuerda que pensó: “O me ahogo o me matan”. Aquel 3 de marzo de 1976, en las postrimerías del franquismo, pero ya sin Franco, Agustín, entonces de 21 años, escuchaba fuego real en el exterior del recinto en el que se habían reunido en asamblea cientos de trabajadores. El gas que la policía había disparado poco después de las cinco de la tarde para obligarlos a salir le quemaba los pulmones.

Vitoria era un polvorín con miles de empresas en huelga indefinida desde hacía dos meses. Cinco policías se abalanzaron sobre él y le rompieron varios huesos de la cara con sus porras y patadas. Pese a todo, tuvo suerte. Mientras los vecinos de un portal cercano le hacían una cura de urgencia, se enteró de que sus compañeros Romualdo Barroso, de 19 años, y Pedro Mari Ocio, de 27, habían muerto en el acto al salir de la iglesia. Unas horas después falleció Francisco Aznar, de 17, y más tarde José Castillo, de 32, y Bienvenido Pereda, que rondaba los 30. Otras 42 personas sufrieron heridas de bala esa tarde.

Tras 45 largos años, la jueza argentina María Servini ha devuelto a los supervivientes la esperanza de cambiar la historia, con el procesamiento de quien entonces era ministro de Relaciones Sindicales, Rodolfo Martín Villa, por crímenes de lesa humanidad. La versión oficial de aquellos hechos, recogida en la sentencia de un tribunal militar español, es que la policía hizo uso de la “legítima defensa para responder a una agresión de los trabajadores” (aunque la mayoría de los heridos y algunos de los fallecidos recibieron los disparos por la espalda, cuando intentaban escapar). La justicia militar archivó el caso al no encontrar culpables. La Ley de Amnistía impide, además, revisar judicialmente los hechos anteriores a 1977.

“El auto de la jueza es muy claro”, sostiene Andoni Txasko, portavoz de la Asociación 3 de Marzo y víctima también durante aquella jornada. “Procesa al exministro de la UCD por genocidio y crímenes de lesa humanidad por las cinco muertes por disparos de la policía en Vitoria. Si hay una oportunidad de reescribir la historia y llamar a las cosas por su nombre y a aquellos crímenes, asesinatos, este es el momento”. La defensa de Martín Villa ha anunciado la presentación de un recurso.

Las emociones han vuelto a los hogares de muchas víctimas de aquellos hechos. Nerea, sobrina de Pedro Martínez Ocio, es demasiado joven, no los sufrió, pero en su familia les marcó de por vida. “Sabemos que Martín Villa, con 89 años, no va a ir a la cárcel, pero si la juez pone nombre a los responsables se empezará a conocer la verdad y a dilucidar que aquello fue un crimen de Estado”, opina. “Me da mucha rabia que no hayamos conseguido encontrar justicia en España y tenga que ser una jueza argentina la que lo haga”.

Luis Ziarrusta tenía 24 años, un coche destartalado y una máquina de fotos Nikon F2. Una foto suya del suelo teñido de sangre junto a la iglesia y la palabra “justicia” escrita con el dedo junto al charco se convirtió en aquel momento un icono de la lucha obrera. Entonces la sangre era en blanco y negro, y sus fotos fueron las primeras en saltar a Europa a través del diario El Correo, para el que trabajaba. “Los grises te daban si te veían con una cámara, había que esconderse, no querían testigos de la masacre”, recuerda. A media tarde cogía los rollos de película y corría a Bilbao para revelarlos. “A veces me costaba una hora salir de Vitoria, estaba lleno de barricadas”.

Unas grabaciones en casetes de las conversaciones por radio entre los policías se hicieron virales en Vitoria y eso que todavía no había Internet, pero circulaban a miles de mano en mano. José Ignacio García Egiluz tenía 17 años y consiguió entrar a la Iglesia de San Francisco el 3 de marzo. Salió como Agustín Plaza y decenas más, como pudo, por una de las ventanas redondas de los laterales de la iglesia. Lo cuenta así: “Nos dijeron que lo habían grabado todo y nos fuimos a la casa del radioaficionado [que había registrado las conversaciones policiales]. Recuerdo que nos quedamos helados al escuchar aquello: “Gasear la iglesia. Cambio”; “Que manden fuerza aquí, que hemos tirado más de 2.000 tiros. Cambio”; “Hemos contribuido a la paliza más grande de la historia, corto”.

El final del “franquismo sin Franco”

La situación en España en marzo de 1976 era difícil. La inflación se situó en el 20% en un contexto de congelaciones salariales, según estudios económicos de aquella época. Con sus protestas en las zonas industriales de toda España, especialmente en Vitoria, los trabajadores aceleraron el final del “franquismo sin Franco”, explica el historiador Antonio Rivera en uno de sus estudios de aquellas movilizaciones.

Fuente: El País, España