por carlos ares rusia 2018

Cuaderno de Bitácora - Día 5

Rusia, 2018.
Día 5

Pudo ser un día histórico. Lo esperaba desde que supe que el destino era Rusia. Lástima que se nubló . Encima lo tenía a contraluz .Una pena. El, desde muy arriba, mira hacia el frente del mítico teatro Bolshoi.

Pretender iluminarlo con flash fue inútil. Que podía hacer la lucecita fugaz de un celular ante el granítico peso de su obra, el grosor de su figura y tamaña altura intelectual. Pero aún así, si logran aclarar la imagen, verán que sin duda es él en su versión más conocida, que otro podría ser. Con esa chaqueta clásica, la barba abundante y esas cuencas vacías de los ojos donde amaneció la muerte y la libertad le ha puesto dos piedras de futura mirada, como escribió Miguel Hernández y cantó Serrat. Pues bien, aún cuando la imagen que les adjunto es apenas algo más que un borrón gris oscuro, si tienen buena voluntad notarán que una paloma posada, apenas asomada, está cagando en la cabeza de la estatua de Karl Marx.

Eran tres o cuatro palomas que se detenían un instante y se largaban enseguida . Me dije, tranqui. Tengo experiencia en esto. Sabía que tarde o temprano una de ellas, necesitada, se iba a detener. No era sencilla la toma, eh, además tenía que asomarse un poco. Encima había japoneses, coreanos, chinos, americanos con máquinas de marca y unos zoom que intimidaban.

Por momentos me sentí como si fuera a competir en nombre del país. Es más, me alenté "ar-gen-tina/ ar-gen-tina”. Y en una de esas, che, veo la paloma que al cagar levanta un poco el pico y le di al botón. Decí que se nubló. Encima lo tenía en el contraluz de la tarde. Pero creo que se la ve. Si le ponen onda, se la ve.
Y como si esto fuera poco, de camino al estadio Luzhniki, donde se juega el partido inaugural y también la final, en el cruce de una combinación de subte, apareció un Lenin que daba impresión ahí, estampado contra una pared de mármol. No lo podía creer. Marx y Lenin en menos de una hora. Toda una revolución. ¿Acaso venían juntos a decirme algo? ¿Era un presagio? ¿Una premonición? ¿Un mandato? ¿Se equivocó la paloma? ¿Estoy pintado acá? No podía sobrellevar solo mis dudas.

Lo llame al vasco Urtasun. Le pregunto: ¿viste esto? Si, me dice, señalando hacia una casilla de acero, al lado del mural, " son baños públicos, funcionan con la Troika, la tarjeta Sube de acá, la apoyas en la puerta y te abre" . Romero, perdido, mostraba la credencial y le preguntaba a un policía, en cordobés , "sabe guaso para donde queda la cancha". Hora pico, gente apurada que sale de la boca oscura de los túneles y se pierde en otros, los jóvenes atentos a la pantalla de su celular, con auriculares colocados, encima rusos. ¿Que hacer? Sin poder disimular cierta melancolía, me despedí del mural. Bye, bye, Lenin, le dije.

Me distraigo ahora revisando los apuntes del día. Esta mañana la conductora de un programa de la FM Folclórica Nacional me hizo una pregunta inquietante: ¿A qué huele Moscú?
A silencio, le contesté.
Para dejar de pensar en la coincidencia del encuentro con los reyes del mambo, me puse a desarrollar la idea. ¿A qué huele Moscú?
No hay humo, no hay "chori muchachos" , no hay pizzerías de aroma irresistible, no hay pescaderías, panaderías,fruterías, verdulerías con los cajones en la vereda. No hay publicidades en el subte ni en las calles. No hay "happy hour" , pizarras , carteles, anuncios, pintadas, grafittis, restos de basura, manchas de humedad, papelitos tirados. Sólo en las paradas de autobuses se ve a veces un cartel que vende tomates, una cara de modelo que ofrece, tal vez, alguna crema de manos.

Ni una señal de miseria o pobreza a la vista. Nadie en andrajos, nadie desarreglado, nadie echado en un umbral. Nadie en las calles, nadie recogiendo cartones, nadie revisando los contenedores de basura. No hay trapitos, ni malabaristas, ni piquetes, ni madres cargando o llevando pibitos, pidiendo limosna.
Ni un grito, ni una voz alzada, destemplada, ni un cruce de palabras, ni una bocina, ni un caño de escape tuneado, ni un motor fuera de borda, ni un acordeonista, guitarrista, trompetista, ningún músico en los túneles, ni en las calles, salvo en el circuito turístico alrededor de la Plaza Roja. Ni siquiera los borrachos perdidos cantan a destiempo, a deshoras. Beben en bares de karaoke.

Pasan máquinas barriendo el polvo junto a los cordones de las calles, regando el asfalto. Arriba o al pie de cada una de las interminables escaleras mecánicas que suben o bajan en las estaciones de subte hay una garita ocupada generalmente por mujeres mayores, de uniforme. Su tarea es mirar un monitor que recoge imágenes de esas escaleras para atender alguna emergencia y poner a andar la de auxilio si alguna de las dos , la que sube o baja, se detiene. Cumplen su horario de trabajo encerradas ahí, solas, sin nadie con quien hablar. Una de ellas, escaleras abajo de Lenin, se entretenía con el celular sobre la falda. No sé porque pienso en ellas ahora. Es una ciudad muy limpia Moscú. Y silenciosa.