por carlos ares rusia 2018

Cuaderno de Bitácora - Día 19

RUSIA, 2018.

Día 19.

Salvo que los "burgerking", los "sanpeterburgueses" se volvían de rodillas, todo lo demás que les cuento hoy es real. No quito ni pongo. Aún cuando me encantaría ponerla ya contra Francia. Pero de fútbol hablamos mañana.
Regreso. Desde la "ocredad" otoñal de San Petersburgo al deslumbrante verano nocturno de Moscú. Los "burgerking" nos despiden con pañuelos en alto y lágrimas. Desde la ventanilla del tren los veo irse en procesión, arrodillados. Le prometieron al monje Rasputín que olvidarían todo sobre su leyenda si sobrevivían otra vez. Sin mayores pérdidas, se salvaron nomas de otra tremenda invasión. Una contra la que nada podían hacer más que huir y refugiarse.
Con el hotel hicimos intercambio de regalitos. Nos llevamos un lápiz y les dejamos un grupo de seis argentinos cantando en camiseta de la selección a las siete de la mañana. Venían de escabio en la avenida Nevsky y pararon a desayunar. Los japoneses, chinos y los de por ahí se servían platos de salchichas, chorizos, huevos revueltos, rociaban los platos con yogur y a la vez picaban rodajas de salame, todo sin dejar de mirar con ojos redondos a los pibes argentinos que no paraban de cantar. Los empleados del hotel pedían ayuda. Los chinos, coreanos y todos los de por ahí, pelaron celulares y se acercaron a tomar fotos y filmar. Los pibes, deslumbrados por los flashes, cantaron aún más fuerte todas las canciones de cancha. Dos de ellos revolearon las servilletas y se pararon sobre las sillas. Los demás rodearon a las señoras chinas, japoneses, y las de por ahí. Las encerraron en un pogo. Las chinas, japonesas y las que se acercaron se tapaban la risa con las manos y los flacos, viejos, chinos y japoneses, todos los de por ahí las filmaban.
Urtasun, el operador de la radio fue testigo. Se perdió un par de escenas surrealistas porque lo detuvo un piquete de coreanos, o de por ahí, frente a la bandeja de huevos duros. Desayuna bien, pero a las dos horas tiene que comer algo otra vez. Dice que se pone ansioso porque Higuaín no la mete y eso le da angustia oral. Parece que solo se la calman las hamburguesas completas, con huevo frito. A las que agrega algo, lo que venga, lo que den, por 30 rublos más para aprovechar la oferta.
Anoche camine la Moscú nocturna por primera vez. No he visto cielo tan despejado, azul celeste, ni respirado aire tan leve, limpio y cálido desde que llegamos a Rusia. Me detuve en la mitad del puente peatonal sobre el río Moscova que da de lleno a la imponente catedral de Cristo salvador, con su cúpula a más de cien metros de altura. Las farolas del puente, las luces de las barcazas, de los coches, del las Torres del Kremlin, de las terrazas de los bares y, detrás, en el horizonte una luna llena, redonda, rosa, que se levanta apenas sobre las fachadas en sombra.
Vuelvo a girar. Tengo a la catedral de frente. El proyecto aprobado por Alejandro I en 1812, después de la derrota y retirada de los franceses, fue retomado por el zar Nicolás I y consagrado finalmente en 1883, para coronar al zar Alejandro III. En 1931 , Stalin la dinamitó en un día. Quería construir en su lugar el grandioso " palacio de los soviets" presidido por una estatua de Lenin que tendría 100 metros de altura. El dedo índice de la estatua, señalando hacia el futuro, debía tener seis metros de longitud. La burocracia, la escasez, la Segunda Guerra Mundial, dejaron la obra en los cimientos. En 1960, Jruschov los aprovechó para hacer una "piscina pública". En 1994 comenzó la reconstrucción de la catedral sobre los planos originales para que quedara tal como estaba antes.
Recuerdo esta historia en medio del bullicio de una muchedumbre de jóvenes que beben, ríen, disfrutan en las terrazas frente al río. Los cuatro pisos púrpuras de ladrillo a la vista de una antigua fabrica de chocolate de la era sovietica son ahora un laberinto de bares y restaurantes. Pido una cerveza y salgo a mirar el río. Los turistas toman fotografías desde los barcos que, al deslizarse lentamente, dejan una estela y abren el juego de luces en la espuma del agua . Camino, cruzo los puentes, acompaño por el sendero lateral el andar del rio como si fuéramos a dar a un mismo mar de incertidumbre. Se los ve bien, haciendo sus vidas en paz. ¿ Usted qué piensa, camarada Stalin ?