COLUMNA DE OPINIÓN

Banquillos para la desvergüenza institucionalizada

Se han venido en cataratas las decisiones judiciales de fiscales y jueces respecto de los casos de corrupción del gobierno anterior.

 

Es notable el contraste entre la lentitud y hasta el olvido anterior con ésta marcha que, desde el sentido común, parece adecuada; Ni tortuga ni liebre.

 

La realidad se está encargando de darle veracidad a cientos de denuncias que surgieron desde diversos sectores de la sociedad, especialmente políticos y periodísticos. Por eso el encarcelamiento del ex vicepresidente, un ex ministro, dos ex secretarios de estado, otros ex funcionarios, socios y/o testaferros Arrepentidos (No mejores) devenidos en Testigos Protegidos. De allí las reiteradas comparencias ante los magistrados de la ex presidenta, su hijo, próximamente su hija y todo permite suponer que no parará allí.

 

Las repercusiones responden al ADN argentino. Hay expresiones de indignación, asombro (cada vez menos) e ironías y humor porque la inventiva nacional siempre encuentra una hendija para colarse, aun cuando se trate más de tragedia que de comedia.

 

“Cuando pase el temblor”.

 

Llegará el momento en que el ciclo se cierre porque todo tiene comienzo, desarrollo y final. Quedarán para la posteridad imágenes, voces y escritos que ocuparán un lugar en historias porque, por la magnitud, hoy el mundo habla de esto.

 

Está rondando, todavía no se desata, un sentimiento colectivo de vergüenza; Ajena en muchos casos, pero vergüenza al fin. De poco vale el “¡Yo no los voté!” o el “¡Yo no los voté para que robaran!”. Ya está. Nos estafaron a todos aunque algunos sigan creyendo que los beneficiaron con el Pan para hoy...

 

Las pesadillas son tan fugaces como impactantes y tienen efecto residual. Ésta pesadilla nos recuerda el mensaje del Séptimo Mandamiento (“No robarás”) al que habría que hacerle un agregado: ni dejarás que te roben.

Por Roberto A. Bravo