La fábrica argentina Tanti Auguri, en Avellaneda, liderada por la tercera generación de inmigrantes italianos, ejemplifica la combinación de tradición artesanal y eficiencia, trabajando todo el año para producir árboles navideños combinando máquinas y mano de obra especializada, resistiendo importaciones y manteniendo viva una herencia familiar de más de 50 años, desde pesebres hasta árboles artificiales completos.
Lautaro Marchi, conocido como “Colo”, dueño de esta pyme familiar junto a su primo, en diálogo con Nunca es Tarde, reconoció que se dedican a este oficio desde los años 60, 70, "cuando vino mi nono y mi nona".
Marchi contó que el proceso de un arbolito de Navida "se divide en cuatro etapas. El armado del producto final es un balance de 50% máquina y 50% mano de obra. El proceso comienza con la materia prima. Si bien el alambre es de industria nacional, el PVC (plástico) se importa históricamente desde China. La primera etapa es en la máquina que tenemos. Lo que hace es fundir el alambre y lo entrelaza con el plástico, creando una cinta que será la rama. Estas ramas se fabrican en tramos de cinco metros a razón de 30 o 40 segundos por tirada. Luego, esas tiras pasan a la segunda etapa en máquinas específicas: unas hacen los arbolitos más chicos y la parte superior, conocida como la “punta” o “top”, y otra se dedica a las ramificaciones inferiores. Este proceso es minucioso.

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