AMIGOS, CON "MACU" MAZZUCA

El café como arte y ceremonia: la historia de un barista que vino de la arquitectura

En el corazón del barrio porteño de Belgrano, detrás del mostrador de una de las cafeterías más reconocidas de Buenos Aires, Fernando Iglesias Molli muele café como si esculpiera una obra de arte. Arquitecto de formación, artista por vocación y barista por convicción, transformó su pasión por el diseño y la sensibilidad por los detalles en una experiencia sensorial que gira en torno a una bebida milenaria: el café.

“Todo comenzó en Oslo, en 2015”, cuenta Iglesias Molli, quien viajó a Noruega por un trabajo como escenógrafo y terminó descubriendo el mundo del café de especialidad. Allí probó por primera vez un café filtrado con trazabilidad completa: desde la finca de origen hasta la taza. “El café tiene que tener historia, tiene que contar de dónde viene, quién lo cosechó, cómo fue fermentado”, explica con entusiasmo mientras prepara una infusión con granos de Guatemala, de la región de Huehuetenango.

Lejos de las cápsulas o los sabores estándar, Iglesias defiende el “café bien hecho”, que honra a los caficultores y apuesta por la excelencia en cada paso: desde la recolección manual a 1.800 metros de altura hasta la molienda en el momento justo.

“Es una ceremonia”, dijo el barista en una entrevista con el programa “Amigos”, que conduce Guillermo Mazzuca en esta emisora, y lo demuestra con su método favorito, el origami japonés, un filtro de papel que potencia las notas ácidas, dulces y amargas del grano.

Para este barista devenido empresario, el éxito no se mide en cifras, sino en pasión. “No hay competencia en el café de especialidad. Cada uno aporta su identidad. Nosotros no vendemos café, compartimos una experiencia”, afirma. Así surgió Os Café, un proyecto que comenzó en su estudio de arquitectura y hoy tiene sedes en Belgrano, Recoleta, Palermo, Devoto, y puntos internacionales como Madrid, Barcelona, Estepona y próximamente Costa Rica.

Su propuesta, que rehúye de las grandes marcas y apuesta por lo artesanal, conquistó a una generación joven que exige trazabilidad y calidad. “Antes tomábamos café sin saber qué era. Hoy los chicos de 20 años no aceptan cualquier cosa. Son cultos, informados y van al hueso”, destaca.

El Instagram de Os Café —@osskaffe— es reflejo de ese espíritu libre: videos de Fernando preparando café en la cima de un cerro, en un avión, bajo el agua o en su local de Roosevelt y 3 de Febrero. “Me gusta hacer café en cualquier parte del mundo, porque el café va con todo: arte, música, radio, encuentros”.

Fanático del diseño escandinavo, admirador de la labor silenciosa de los shokunin japoneses, Iglesias encuentra en el café un puente entre cultura, oficio y disfrute. Y aunque el negocio creció, su base sigue siendo la misma: preparar una taza que hable de respeto, dedicación y sabor.

“Cuando me preguntan qué tiene que tener un buen café, respondo siempre lo mismo: alma. Como todo lo que vale la pena”.