ECONOMÍA

Más del 70% de las inversiones mineras están en las provincias de Cuyo y del Norte argentino

Con más del 70% de las inversiones mineras concentradas en las regiones de Cuyo y el norte argentino, este sector se consolida como uno de los principales motores económicos de provincias como Salta, Jujuy, Catamarca, San Juan y Mendoza.

El litio, el cobre, el oro y la plata protagonizan un escenario que promete un crecimiento sostenido. Pero detrás del impulso productivo, emergen desafíos estructurales que la industria ya no puede esquivar: inclusión, sostenibilidad, desarrollo de talento local y legitimidad social.

La demanda de mano de obra

“Uno de los principales desafíos tiene que ver con la brecha entre la demanda de perfiles técnicos y operativos, y la oferta real de talento en las comunidades cercanas. La minería requiere asistentes de geología, técnicos de campo, electromecánicos, electricistas, especialistas en seguridad, ambiente y recursos humanos. Sin embargo, muchas veces quienes habitan las zonas de influencia de los proyectos no logran acceder a estos empleos por falta de formación específica o por la ausencia de programas de articulación entre el sistema educativo y el mundo laboral”, señaló un informe de la consultora especializada en recursos humanos Addeco.

Si bien la participación femenina en el sector sigue siendo baja, debido a que la minería es una industria con alto perfil masculino, en los últimos años comenzaron a abrirse caminos en distintos tipos de actividades complementarias, como mantenimiento en general y puestos de electromecánica en particular.

En este contexto, el desafío ya no es solo técnico, sino cultural. Y la diversidad, lejos de ser una cuestión de imagen, se transforma en una necesidad concreta para equipos más eficientes y sostenibles.

El cuidado del ambiente

Otro punto clave —y no exento de polémicas— es la sostenibilidad. El sector convive con una imagen social cargada de mitos y generalizaciones, especialmente en relación con el ambiente. La minería, como toda industria, tiene impacto. Pero también existen normativas estrictas, controles ambientales, auditorías, tecnología aplicada al monitoreo y protocolos que buscan reducir ese impacto al mínimo. Parte del trabajo pendiente es acercar esta información de manera clara y transparente a la comunidad. Desmitificar no es minimizar; es construir diálogo.

En ese sentido, el vínculo con las comunidades no puede pensarse como un anexo del negocio, sino como una condición para su desarrollo. Generar arraigo, construir confianza y ofrecer oportunidades de empleo genuinas a las personas del lugar no solo reduce tensiones sociales, sino que mejora la productividad y contribuye al cumplimiento de estándares internacionales. La minería que crece aislada es cada vez menos viable. La minería que dialoga, escucha y se adapta al territorio, es la que tiene futuro.