COLUMNA DE OPINIÓN

2 de noviembre: Día Departamental de la Conciencia

Hoy es el día de los muertos que coincide con la celebración Cristiana del día de los Fieles Difuntos.

 

Hoy ponemos flores, rezamos un Padre Nuestro o sencillamente dedicamos pensamientos en recordación a nuestros ancestros. Ese culto a los antepasados, para la mayoría  no está exento de la creencia de que los miembros de la familia muertos tienen una nueva existencia, se interesan por nosotros y hasta poseen el don de influir en nuestra suerte. Práctica religiosa piadosa, en definitiva.

 

Quienes nos precedieron, partieron con la esperanza de que nosotros honráramos la vida. Que nuestros actos tuvieran adecuación a una escala de valores. Cierto es que, en el fondo, cada uno tiene la suya. Es subjetivo. Cierto es, también, que cada sociedad califica legal y éticamente conductas y situaciones como buenas y malas, aceptables e inaceptables y, por tanto, permite a las personas diferenciar el bien del mal, lo correcto de lo que no lo es.

 

A partir de ello, estarán los que se esmeren por cumplir y los transgresores conscientes. Pero también quienes cometen errores. A ellos, la misma vida ofrece permanentemente sogas para redimirse si ciertamente quieren encontrar soluciones.

 

En el epígrafe decíamos lo del Día de la Conciencia. Aunque no exista como tal, bien podría ser éste. La evocación simbólica de los muertos es significativa si nos permitimos compararnos con ellos; si nos preguntamos si la vorágine de los tiempos no ha diluido el valor de la escala indicada.

 

La confrontación debiera incluir no tan solo al espíritu de aquellos con los que nos unió un vínculo de sangre sino también a la virtud de los hombres y mujeres que fabricaron éste lugar que nos enorgullece. Sumamos un par de interrogantes: si nos pudieran ver ¿cómo nos calificarían? ¿Realmente estamos haciendo las cosas bien?

 

El mundo continuará girando. Un día sucederá a otro y lo mismo acontecerá con los meses y los años y, cuando estemos haciendo el balance de nuestras vidas y preguntándonos qué quisiéramos que hagan los que nos sucedan, no podremos anhelar si no dejamos buenos ejemplos.

 

De eso también se trata honrar la memoria de nuestros ancestros.

Por Roberto A. Bravo