COLUMNA DE OPINIÓN

Tránsito: “Habilitación Provincial”, otra burla a la legalidad

Lo del domingo en Goudge, pudo haber sido una tragedia como la de la Cuesta de los Terneros (15 muertos en junio pasado); Afortunadamente no lo fue.

 

El Ministerio Público Fiscal informó que en Ruta Provincial  160, entre Línea Ancha y Rojo, un colectivo se salió de la traza y quedó sobre el canal aledaño a la misma. No está claro el motivo, aunque algunos testimonios de  ocupantes dieron cuenta que habría estado involucrada una motocicleta que obligó a una maniobra inesperada.

 

La unidad en cuestión transportaba personas de Cutral Có que habían venido a Goudge a un encuentro de Iglesias Evangélicas. Catorce (de los 28 ocupantes) fueron trasladados al Hospital Teodoro J. Schestakow con heridas leves y contusiones. Nada más.

 

De acuerdo a lo consignado, el conductor tiene habilitación en regla y dio negativo el dosaje de alcohol en sangre que le fue practicado. Bien. Hasta ahí, todo bien en cuanto a lo personal.

 

Ahora, lo de la comparación con el trágico accidente de la Cuesta de Los Terneros, tiene que ver con la habilitación del colectivo. En tal sentido, la Comisión Nacional de Regulación del Transporte solo le otorgó permiso para circular en ámbito de la provincia de Neuquén o, dicho de otro modo, no contaba con habilitación interprovincial.

 

Genera duda lo de “Habilitación Provincial” porque, en éste caso en particular, desde la capital neuquina hasta Cipolletti, Río Negro (es decir otra provincia) hay solo 7 Km; Lo que demanda cruzar el puente sobre el Río.

 

Por la reiteración de siniestros viales, las circunstancias tal vez estén aconsejando una revisión urgente  de toda la documentación de unidades y conductores, independientemente de las fechas de renovación.

 

Además, se debiera considerar emparejar hacia arriba, unificando las exigencias, para que haya un solo tipo de licencia, habida cuenta que todas las provincias tienen rutas y muchas de ellas canales y/o ríos y, en mayor o menor medida, en todas está la epidemia de la transgresión.

Por Roberto A. Bravo