COLUMNA DE OPINIÓN

Injusticia: ese amargo flagelo de la humanidad

La injusticia es algo que solo tiene preguntas y la falta de respuestas (o respuestas injustificadas) equivale a las peores agresiones verbales que existen.

   

En toda estructura social (Pública, Privada, No Gubernamental) surgen injusticias. Y también se manifiestan en ámbitos humanos más personales, más íntimos. La mentira, la traición, la infidelidad, la amistad interesada, constituyen injusticias que atentan contra los sentimientos y el espíritu golpeando rudo al corazón; hiriendo el alma. Esas heridas tardan en curar y a veces no lo hacen del todo. Durante el período de convalecencia hay pérdida de fe, de alegría.

 

Lo global, el planeta, también es víctima de injusticias. La contaminación, la caza indiscriminada, la tala de árboles, embisten contra el equilibrio de la naturaleza. Tal vez la diferencia con el resto es que los efectos se advierten con el correr de los años. “Ojos que no ven…”

 

Finalmente, aunque debiera haber ido primera por un orden de importancia, la injusticia en el seno de la familia (la célula fundamental de la sociedad) forma seres que, de un modo u otro, en algún momento la ejercerán fortaleciendo el círculo vicioso.

 

Es erróneo eso de “La vida injusta”; la vida no es justa ni injusta; lo son los hombres que suelen escudarse en frases como “Estoy para tomar decisiones” (como si eso fuera un salvoconducto para equivocarse) o los argumentos falaces que hipócritamente opacan méritos con tal de justificar ciertas determinaciones. Todo eso daña moralmente y en algún momento se paga. Nadie es inmune. Nadie.

 

La  humanidad se ha esforzado en pos de un mundo justo. Al menos una parte de ella (uno quisiera creer que es la mayoría). De Aristóteles a Martin Luther King, pasando por Amado Nervo y Humberto Ecco, hombres reconocidos se han referido a la injusticia. Un par de frases para compartir:

 

“Perdonando demasiado al que yerra, se comete una injusticia con el que no falla”.

 “La injusticia en cualquier lugar es una amenaza en todos lados”.

Por Roberto A. Bravo