El laúd ¿SABÍAS QUE...?

El laúd: su historia

En los procesos migratorios, los pueblos se trasladan llevando también sus instrumentos. Presumiblemente desde el norte de Africa, y más exactamente en las manos de los árabes que ingresaron a la península ibérica, el laúd llegó a Europa en algún momento de la Edad Media. Y desde España, el laúd se diseminó por otras regiones hasta convertirse, hacia 1500, en el instrumento más importante en los salones aristocráticos de Francia e Inglaterra. Con su caja en forma de pera y con seis cuerdas dobles, a lo largo del siglo XVI, especialmente en Londres, el laúd se transformó en el principal instrumento para el acompañamiento de las canciones isabelinas. Pero con el advenimiento del barroco, desde 1600, el laúd, en Francia, fue el instrumento para el cual se destinaron las primeras suites. Con su sonido grave y sus cuerdas pulsadas, el laúd no sólo que devino en el instrumento hogareño por excelencia, sino que además solía aparecer en numerosas pinturas de la época, en mano de nobles, de pastores o de muchachos o muchachas enamoradas, siempre con sus cajas de maderas de color caoba, sus clavijeros en distintas orientaciones, y sus  rosetas finamente ornamentadas en la madera frontal. Para sostener el canto, para acompañar la danza, integrando el continuo o como instrumento solista, el laúd tuvo su período de esplendor en el siglo XVII hasta que el clave, con todas las posibilidades que le ofrecía el teclado, pasó a ser el más difundido de los instrumentos de cuerdas pulsadas. Fuera del ámbito académico, el otro golpe de gracia para las glorias del laúd fue el surgimiento de la guitarra, más pequeña, más ágil y más apropiada para aquellas músicas que florecían en los bailes y las fiestas populares. El historicismo de los últimos 50 años lo recuperó del olvido y, con instrumentos construidos según los formatos tradicionales, aquello que había sido escrito para laúd y que era tocado en guitarra, volvió a sonar como había sido concebido hace varias centurias.